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La ribera del Ter a su paso por Manlleu

Hace ya tiempo llegó a nuestro conocimiento la existencia de la web Coneix el Riu (incluida dentro se los servicios ofrecidos por El Museu del Ter) en la que se muestra de un modo muy original la vida acogida por la ribera del Ter a su paso por Manlleu. Desde entonces hemos tenido la inquietud de hacer una visita pajarera a esa zona.

Tenemos un amigo llamado Pei que vive en la misma comarca de Osona, conoce muy bien la zona y además es aficionado a la fotografía de todo lo relacionado con la naturaleza (como puede verse en su web personal). Elena le propuso que organizara una salida por el Ter y él, ni corto ni perezoso, preparó una jornada campestre con visita guiada con ornitólogo y todo. Al final nos reunimos ocho personas: Anna y Àngel por un lado; Anna y Jordi por otro; los anfitriones Teresa y Pei; y nosotros mismos, Elena y yo.

Desde los servicios meteorológicos llevaban toda la semana amenazando con lluvias para este sábado. El día amaneció nublado, pero aún así decidimos arriesgarnos y seguir con los planes previstos. Nos encontramos a las 10:00h de la mañana frente al Museu del Ter. El guía propuso hacer la visita siguiendo el Passeig del Ter en dirección oeste. Según él, hay multitud de aves en la vegetación próxima que, debido a la permanente presencia humana en el paseo están acostumbradas y nos van a permitir observarlas de cerca sin asustarse.

El primer ave sobre el que llamó nuestra atención el guía fue una paloma torcaz (Columba palumbus). Aunque fuera la espacie más omnipresente, no por ello debíamos obviarla:

Los mirlos (Turdus merula) también hacían acto de presencia. No llegamos a ver el nido, pero no debía de estar muy lejos pues llevaba en el pico algo que parecía una lombriz:

Un poco más adelante, sobre un islote dentro del río, una garza real (Ardea cinerea) y una garceta común (Egretta garzetta) parecían compartir las mismas inquietudes, aunque no vimos pescar a ninguna de las dos:

Entre tanto, el guía nos indicaba la presencia de algunos pajarillos entre las ramas de los árboles. Podíamos acusar su presencia por los cantos y trinos, aunque era difícil llegar a verlos o fotografiarlos. Además, teníamos el sol justo enfrente, con lo que la luz no ayudaba demasiado. Aún así, la clase magistral sobre cantos valió la pena y fue una muy buena lección. Algún cetia ruiseñor (Cettia cetti) y alguna especie «rabilarga» (quizá un mito común (Aegithalos caudatus)) llegamos casi casi a ver entre las ramas (en la galería puede verse alguna desafortunada foto de estos ejemplares).

El paseriforme que sí se dejó fotografiar, porque se posó en algún momento en un elemento urbano, fue el pequeño gorrión común (Passer domesticus):

Manlleu está en el interior, relativamente lejos del mar. A pesar de ello la presencia de gaviotas es habitual. Alguna gaviota patiamarilla (Larus michahellis) también hizo acto de presencia:

Ampliando nuestro conocimiento, nuestro guía nos insistió en que no se trata de una gavina, sino de un gavià. Usamos habitualmente el término gavina incorrectamente para referirnos a este tipo de aves. Ya en casa estuve repasando la familia de las gaviotas y, efectivamente, en catalán hay especies que son gavinas y otras son gavians… ¡hay que estudiar más!

El que sí se dejó fotografiar a placer y no se espantó de nuestros comentarios de admiración (por tenerlo y disfrutarlo tan de cerca), fue un fotogénico martinete común (Nycticorax nycticorax):

Junto a él, bastante más camuflado entre las ramas, otro ejemplar de garceta común (Egretta garzetta) creía estar a salvo de las miradas indiscretas:

Un arrendajo euroasiático (Garrulus glandarius) se dejó adivinar entre las ramas de un árbol. Aunque parecía que no iba a haber posibilidad de hacerle una foto decente, en un momento dado se pasó a un tronco desnudo que había al costado. Esa fue nuestra oportunidad:

Al igual que las palomas torcaces que vimos nada más llegar, las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) también abundaban. Como sus compañeras, los eventos del río parecían llamarle más la atención que esos humanos que iban de paseo. No se dignó a dirigirnos la mirada:

No sé muy bien si era la garza real que habíamos visto previamente en el islote, o si se trataba de otro ejemplar. El caso que al otro lado del río una garza real (Ardea cinerea) pretendía pescar algo. Estaba muy lejos de ella y cambié de posición para intentar captarla más de frente y algo más de cerca. En ese intervalo escuché a mis compañeros que comentaron que había capturado un pez. No me dio tiempo a fotografiar el momento. A lo que sí llegue a duras penas es a fotografiarla cuando remontó el vuelo para ir a otro lugar, ahora que ya tenía el buche lleno:

Emprendimos el camino de retorno hacia el museo. Por el camino nos fuimos deteniendo si veíamos algún pajarillo que se dignara posar para nosotros. Un par de carboneros (Parus major), seguramente un progenitor y un jovenzuelo que todavía reclamaba lo suyo, nos dieron una segunda oportunidad:

Una vez nos hubimos despedido de nuestro guía, cogimos los coches para dirigirnos al restaurante en el que Pei había reservado mesa para comer. Todo perfectamente organizado!

Se trataba del Restaurant Ca l’Ermità. Es un bonito restaurante ubicado en plena naturaleza, en un paisaje espectacular, lejos del asfalto y al lado de una ermita:

Estuvimos muy a gusto, bien atendidos y con buena cocina.

Cuando terminamos de comer, Pei propuso ir a visitar un nido de un pico picapinos (Dendrocopos major) que había descubierto en alguna de sus salidas. Le seguimos hasta el lugar…. Al final las previsiones meteorológicas se cumplieron. La climatología nos había respetado bastante, pero ya era demasiado y en ese momento empezó a llover. Cuando llegamos al lugar aparcamos y, con idea de esperar a que escampara la lluvia, nos juntamos los ocho en la furgoneta camperizada que tienen Teresa y Pei. Aunque el espacio era limitado, consiguieron ubicarnos a todos de manera muy confortable (seguramente los que estuvieron más incómodos fueron ellos). Aquello parecía una boda… nos ofrecieron cafés, infusiones, zumos, vino, cava, cerveza… lo que hiciera falta. Y unas galletas para acompañar la bebida. Tras la charla de sobremesa el día volvió a abrir. Salimos siguiendo los pasos de Pei. Esquivamos algunos charcos y llegamos al lugar. El nido era, como suele pasar con los pájaros carpinteros, un agujero en un árbol:

Nos mantuvimos en silencio y a una distancia prudencial. No había movimiento, aunque se oía el insistente piar de unos pajarillos solicitando alimentos. Supusimos que este piar procedía del mismo nido.

Al cabo de unos minutos, accediendo desde la parte posterior del árbol, llegó uno de los progenitores:

Se acercó con sigilo. Supongo que nuestra presencia debía intimidarle… Evidentemente, entrar a alimentar a sus polluelos era indicar dónde se encontraba el nido. Al final accedió:

A partir de ese momento pudimos disfrutar de varias idas y vueltas para alimentar a la prole:

También comprobamos que había dos adultos que se turnaban en la tarea de la alimentación. Uno de ellos tenía una marcada mancha roja en la nuca. Al parecer se trataba del macho, mientras que el otro era la hembra:

Nos proporcionaron bonitas escenas entrando y saliendo del nido:

Incluso pudimos captar una de las ocasiones en las que procedían a la limpieza del nido, extrayendo restos de plumas y excrementos de los polluelos:

Finalmente decidimos dejarles trabajar en paz, no sea que nuestra presencia estuviera interfiriendo demasiado en sus quehaceres.

En un instante fugaz, por el rabillo del ojo me pareció ver un jilguero (Carduelis carduelis). Apunté y disparé! Duró un abrir y cerrar de ojos. Al revisar la foto confirmé que, efectivamente, era un jilguero… algo desenfocado, pero jilguero al fin y al cabo!

Tras este breve encuentro, recogimos, nos despedimos y volvimos cada uno para nuestra casa.

Repasando de nuevo la web de Coneix el riu vemos que nos han faltado unas cuantas especies así que… habrá que volver!

En la galería, como de costumbre, alguna fotillo más…

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