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Tablas de Daimiel

Las Tablas de Daimiel

Finalizada la visita que Elena y yo habíamos realizado a las Lagunas de Villafáfila, volvemos a coger el coche y continuamos en dirección sur. Tras comer por el camino y un rato de carretera llegamos al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Todavía nos quedan algunas horas de luz, así que aprovecharemos la tarde para un primer contacto con el parque.

Al parecer el parque estaba pasando por una grave crisis por la ausencia agua. Las lluvias del mes de marzo habían paliado un poco la situación y parecía que el parque empezaba a recuperarse. Como era la primera vez que lo visitábamos no sabíamos qué íbamos a encontrar…

Lo primero que hicimos fue dirigirnos al Centro de visitantes. El parque está abierto al público las 24 horas del día, no así el servicio de información que tiene, lógicamente, un horario. Por ser la hora que era , y por la posición del sol, en información nos sugirieron que hiciéramos los itinerarios más hacia el sur:

Decidimos visitar la Laguna Permanente. Al entrar en el primer observatorio nos estaban esperando una pareja de golondrinas (Hirundo rustica) que nos miraban con estupor:

Un vistazo al techo de la caseta bastó para comprobar que tenían los nidos construidos en el interior, contra las vigas. Evidentemente allí los invasores éramos nosotros.

Nos dirigimos con sigilo hacia las ventanas, con idea de no molestar demasiado… parecía que estaban acostumbradas a la presencia humana porque en cuanto nos quedamos quietos en nuestro rincón, ellas prosiguieron con sus continuos viajes dentro y fuera de la caseta.

Al asomarnos por las ventanas comprobamos que, efectivamente, agua y vida parecía que sí que había:

Enseguida vimos una familia de ánsares (Anser anser) al completo. El padre, la madre y varios polluelos:

Los padres flanqueaban a los polluelos. Siempre atentos, la familia se dirigía hacia la orilla en la que se encontraban las casetas.

Finalmente alcanzaron la orilla. Los polluelos se pusieron a picotear todo lo que pillaban bajo la tutela de sus progenitores:

Seguimos observando la fauna que nos rodeaba. Un morito común (Plegadis falcinellus) y un cuchara común (Spatula clypeata), con algo de sol en contra, se aproximaron también al mirador:

Salimos de la caseta para dirigirnos al segundo mirador, situado en el extremo más meridional del parque. Frente a nosotros pasó volando un flamenco (Phoenicopterus roseus) (más rojizo de los que estamos acostumbrados a ver por zonas más próximas al Mediterráneo) en dirección a un grupito de congéneres que se encontraban en la laguna:

Próxima también a la caseta de observación, fuera del agua, andaba al acecho de algo que llevarse al pico una garcilla bueyera (Bubulcus ibis):

En el agua, un par de hembritas de patos de diversos colores, una de azulón (Anas platyrhynchos) y otra de colorado (Netta rufina):

Empezaba a oscurecer, así que emprendimos camino de regreso hacia el coche. Aún teníamos que ir al hotel, que estaba en Daimiel, a hacer toma de nuestra habitación. Por el sendero nos cruzamos con un escribano triguero (Emberiza calandra) que nos acompañó con su canto desde una rama:

Segundo día

En nuestro segundo día de visita pretendíamos hacer la ruta de la Isla del Pan (ruta amarilla) y la de Torre de Prado Ancho (ruta azul). Empezamos por la ruta amarilla. Esta ruta está construida principalmente por un sistema de pasarelas de madera fijas sobre el lecho de la laguna, que van pasando de islote en islote hasta alcanzar la Isla del Pan. En la página web del Ministerio en la que se detallan los aspectos generales de la red de parques nacionales puede verse un cartel en el que aprecia el aspecto de dichas pasarelas:

Cartel del Ministerio
Cartel del Ministerio con las pasarelas de madera

Nada más iniciar el paseo nos llamó la atención el croar de las ranas:

La ventaja de ir por las pasarelas es que se pueden presenciar escenas de la vida cotidiana de los habitantes de estos lugares que de otro modo quedarían ocultos a nuestra vista por la maleza circundante de la laguna. Así fue como presenciamos un trifulca entre un par de ejemplares de cigüeñuela (Himantopus himantopus). En un primer momento había dos individuos a lo suyo en la orilla…

… cuando de repente, y sin previo, aviso aparece otra cigüeñuela enmascarada y chapuza a una de nuestras amigas sin ningún miramiento:

Debía de tratarse de una cigüeñuela camorrista, porque las otras que están alrededor miran la escena sin intervenir y algo atónitas…

La camorrista enmascarada abandona el lugar de los hechos como si no hubiera pasado nada, mientras la víctima sale del agua, aturdida, sin saber lo que ha pasado y con sed de venganza. Pilla a la vecina que más cerca tiene y le paga con la misma moneda… Mientras, la agresora se retira del lugar de los hechos como si nunca hubiera roto un plato:

La cigüeñuela que se ha visto envuelta en la pelea, sin haber hecho nada más que ser espectadora, intenta huir sin éxito:

… y aunque la agredida intenta escapar una y otra vez, la otra no se lo permite, cerrándole la vía de escape. La situación da lugar a una sucesión de chapuzones, picotazos y abrazos durante la lucha fratricida… mientras aparece de nuevo en escena la enmascarada que inició la trifulca, como si pasara por allí…

Al final la damnificada tiene que hacer uso de la fuerza para librarse del ataque. Mientras la enmascarada parece pensar: «La que se ha liado! Menos mal que no ha visto que he sido yo!»:

Y no sabemos cómo acaba la cosa, porque aprovechando el chapuzón una de las cigüeñuelas sale volando y la otra sale detrás de ella sin dar por zanjado el asunto:

Pero no todo iban a ser peleas. Recorriendo una de las pasarelas cercana a la Isla del Descanso encontramos una pareja de cercetas pardillas (Marmaronetta angustirostris) muy acarameladas, celebrando que ya llegó la primavera. Es una especie declarada en peligro crítico de extinción:

En algunos artículos de prensa de 2021 hablan de sólo 45 parejas en España. Gracias a los planes de reintroducción de aves criadas en cautividad parece que la situación se está revirtiendo. A ver si esta parejita logra poner su granito de arena y consiguen mejorar, aunque sea sólo un poco, esta triste cifra. De momento se les ve felices y satisfechos:

Llegamos a la Isla de Pan. Esta isla tiene forma de pequeña montaña. En su cima han construido un refugio/mirador desde el que puede apreciarse una panorámica del lecho del río Cigüela. Desde esta perspectiva se aprecia que realmente todavía falta mucha agua:

Regresando por el camino circular que rodea la isla nos encontramos alguna lavandera boyera (Motacilla flava):

y algunas golondrinas (Hirundo rustica):

Golondrina
Golondrina

Y como el día anterior, algún ejemplar de escribano triguero (Emberiza calandra):

Un poco más adelante pudimos presenciar como dos gaviotas reidoras (Chroicocephalus ridibundus) intentaban pescar algo:

Así como un grupito de flamencos (Phoenicopterus roseus) entre los que había un par que, aunque la especie de momento no parece que corra peligro… por si acaso!

Todo estaba muy frondoso y había tantas amapolas que era una tentación fotografiarlas:

Algunos paseriformes que nos encontramos por el camino fueron, un ruiseñor (Luscinia megarhynchos) y un carricero común (Acrocephalus scirpaceus), siempre con la dificultad que supone la identificación de los individuos de esta orden:

Un poco más adelante nos encontramos con unos cuantos ejemplares de pato colorado (Netta rufina), que al parecer es un ave bastante característica de las Tablas de Daimiel por ser zona de nidificación y cría…

… así como algunos individuos jóvenes de ánade friso (Mareca strepera):

La hora debía ser propicia para echarse una siestecita, porque también pillamos a un ánsar (Anser anser) dormitando, aunque salió por patas muy digno él en cuanto se sintió descubierto:

Finalizamos así nuestro recorrido por el itinerario de la Isla del Pan (en amarillo) y nos dirigimos al itinerario de la Torre de Prado Ancho (en azul). Llegamos al embarcadero, desde el que se tiene una buena perspectiva de de los miradores y de la Torre de Prado Ancho. El embarcadero estaba completamente seco y todo el lecho del río Cigüela estaba invadido por algún tipo de vegetación que alcanzaba gran altura. Agua no había. En la descripción de este itinerario se indica: «Uno de los inconvenientes de este itinerario es su estacionalidad, desde el final de la primavera y hasta el invierno, permanece seco en casi su totalidad«. Estábamos a principios de primavera, pero aún así estaba seco. Realmente la falta de precipitaciones había afectado a las Tablas de Daimiel y, aunque la situación había mejorado, todavía no era lo suficiente para recuperar los niveles hídricos propios de la zona.

Decidimos no alargar más nuestra visita y emprendimos el regreso. De camino nos saludó un herrerillo (Cyanistes caeruleus), que nos dijo «hasta la próxima visita!»:

Así nos despedimos del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, esperando poder volver a visitarlo en otras ocasiones.

En la galería se pueden ver algunas fotos más…

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